La palabra de Dios viene a nosotros de la epístola a los Colosenses, 1:3-14.
¿Recuerden del último sermón, que la iglesia de los colosenses se parece a la nuestra? Ellos vivían entre una cultura opuesta al evangelio.
Nosotros también vivimos en un valle de lágrimas. Por eso es fácil ser impaciente con Dios y no ver todo lo que Él ya ha hecho en nuestra comunidad, en la historia de la iglesia, y en todo el mundo. En otras palabras, por causa de las circunstancias de ahora, a veces perdemos el panorama del gran plan de Dios. Por ejemplo, cuando un amado se muere, se nos olvida que Cristo ha vencido sobre la muerte en su resurrección. Cuando pecamos contra Dios, se nos olvida que nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado, en quien tenemos redención, el perdón de los pecados. O cuando se ve que el mundo se pone más y más malicioso contra la iglesia y su evangelio, como en la manera que la gente no permite y no soporta nuestras convicciones acerca temas como la homosexualidad y el matrimonio o el aborto, se nos olvida que el reino de Dios y la nueva creación todavía siguen creciendo y dando fruto por la palabra de verdad, y que la justicia de nuestro Dios soberano vencerá en el último día.
En el valle de lágrimas, este texto dirige nuestros ojos a el panorama del reino de Dios, el reino que es también la nueva creación. También cuenta que somos parte de esta nueva creación que aumenta y multiplica dando fruto por la palabra de verdad. Además habla de nuestra esperanza reservada en los cielos. En decir “esperanza”, no me refiero a un deseo fingido, sino a la convicción de que se hará realidad la promesa de Dios. La esperanza se abrevia en el fin de versículo 20, versículo 20, que dice, agrado al Padre que “por medio de Cristo reconcilia todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos.” Es decir, el desarrollo de la reconciliación, perfección, y glorificación de la creación hasta que conquiste la paz de Dios en todo lugar. El Shalom hebreo que fue prometido.
¿Pero, porque es importante saber de esta esperanza? Pues fíjense en el principio de versículo 5. Empieza con “a causa de la esperanza.” Esto explica que el buen fruto de la “fe en Cristo Jesús” y “el amor por todos los santos,” proviene de considerar nuestra esperanza en los cielos. Damos el fruto bueno de la nueva creación “a causa” de considerar nuestra esperanza que está bien reservada en los cielos con Cristo.
Como Pablo dice en versículo 5, oír el evangelio de nuestra esperanza, es la manera que Dios nos conforma a la imagen de Cristo en las virtudes principales: la fe, la esperanza, y el amor. Si quieres abundar en el amor y la fe, hay que pensar y deleitarte en tu esperanza que se funda en la obra de Cristo. Hoy vamos a entrar en el panorama del gran plan de Dios enfocándonos en lo que hizo Jesús para asegurar nuestra esperanza. Entonces entramos el texto y la historia en tres etapas 1) El fracaso del primer Adán 2) El triunfo del Último Adán y 3) Nuestro papel en la nueva creación.
1) Primero quiero demostrarles que la obra de Cristo como el último Adán es implícita en el texto. El Nuevo Testamento no es totalmente nuevo, porque el Antiguo Testamento es su fundamento. Es una continuación de la misma historia. Cuando Pablo les recuerda que la palabra de verdad ha estado dando fruto y creciendo en ellos, como en todo el mundo, está usando lenguaje de Génesis 1:27-28. Escuchen lo que dice Génesis 1:27-28, “Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó. Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras: [Escuchen, dice] “Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella.” Comentaristas, como G.K. Beale, notan que hay una alusión a este pasaje de Génesis en nuestro texto, especialmente en versículos 6 y 10. ¿Pero porque hace esto Pablo?
Usa lenguaje de Génesis, la historia de la creación original, para animarlos que Dios ha empezado la nueva creación en Cristo. Beale dice, “Cuando cristianos confían en el Mesías, se identifica con lo que es y lo que ha logrado como el ultimo Adán, quien recuperó la imagen de Dios por la humanidad caída y estableció el reino que el primer Adán debería haber puesto en efecto.”
¿Bueno, que debería haber hecho el primer Adán? Pablo indica lo que era central en el mandato a Adán por enfocarse en el papel de la palabra de verdad en la nueva creación. Lo que el primer Adán tenía que cumplir en la creación original era llevar a cabo la palabra de verdad de Dios. Dios lo mandó que guardara y extendiera el jardín de Edén, que era el santuario de Dios, el templo y el palacio de Dios el Rey. Este mandato era la palabra de verdad.
Imagínense conmigo el reino que Adán debería haber llevado acabo. Imagínense que Adán mató la serpiente, el dragón malo en el jardín del Edén, porque confió que la Palabra de Dios era verdadera. Imagínense también que ellos obedecieron la Palabra de Dios para fecundar, multiplicar y llenar la tierra. Así extendieron el jardín, que era el templo-palacio de Dios en la tierra, de modo que no hay ningún lugar donde Dios no habita plenamente para poner el orden, la paz y el amor. Toda la tierra entera llena de buenas frutas teniendo árboles y plantas, una abundancia de alimentos para Adán y Eva y sus miles de descendientes. Imagínense un mundo sin el dolor, la enfermedad, y la muerte. Y que el pueblo de Dios ama con todo corazón a Dios y a sus prójimos con perfección. Y Dios está en medio de ellos. Si pueden visualizar eso, así es el fin que Adán podría haber llevado la creación original, si Adán y Eva hubieran llevado a cabo la palabra de la verdad. Si Adán hubiera cumplido el pacto que Dios hizo con él en un principio, el habría encontrado la vida en abundancia. Pero en lugar de eso fue engañado por palabras falsas sobre un reino alternativo. Con las palabras engañosas de Satanás, comenzó a imaginar y desear un reino alternativo donde él podía ser como Dios. Él no podía saber lo que estaba prometiendo a Satanás, él sólo podía imaginar y se imaginó que era mejor que lo que Dios había prometido, y por eso tomó esa mordida.
La imaginación provocada por palabras engañosas dio a luz un deseo para el reino de Satanás. Este deseo engañado creció más fuerte que su deseo para el reino prometido de su Creador. Así que agarró a la igualdad con Dios y cayó en su cara en la trampa del engañó del pecado. Su fe en las palabras de Satanás se convirtió en el reino del pecado y la muerte por toda la creación. Esta historia del fracaso del primer Adán y lo que debería haber hecho es la historia del fondo para Pablo en este texto. La menciono porque es importante saberla antes de examinar el trabajo que el Hijo de Dios vino a hacer. Porque vino como el último Adán. Ahora nos fijemos en el triunfo del Último Adán.
2) El énfasis de Pablo en este texto es que la nueva creación está dando fruto y creciendo a través de la palabra de verdad del último Adán, Jesucristo. Según Romanos 5 y primero Corintios 15 sabemos que Jesús vino para ser el último Adán. Por eso Pablo empieza a describir a Jesús en versículo 15 diciendo que “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.” Otra vez, esta es una alusión a Génesis 1:27 donde dice, “a imagen de Dios lo creó.” El preexistente eternal Hijo de Dios se encarnó para ejemplificar la imagen de Dios en su humanidad en la manera que el primer Adán debería haber hecho. ¿Cómo lo hizo? Jesús cumplió la voluntad de Dios en todo. Cuando Satanás se acercó a nuestro Señor en el desierto para tentarlo con palabras engañosas Jesús respondió: “Escrito esta, Escrito esta, y se ha dicho.” En esto, Jesús demostró cómo debemos confiar en la palabra de verdad. También en la hora más aguda de su vida, antes de su crucifixión en el jardín de Getsemaní dijo, “Padre, si es tu voluntad, aparta de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” Y Jesús aceptó la voluntad de su Padre alegremente hasta llevar nuestros pecados a la cruz para placar la ira de Dios que merecemos. Por su cruz Él nos redimió de la maldición de la caída. Para todos los que están en Cristo, no hay más condenación. Y por su resurrección a la vida gloriosa, el empezó la nueva creación. Por causa del Último Adán, Dios nos libró del dominio de las tinieblas en que vivíamos debajo del primer Adán, las tinieblas del pecado y la muerte. Y Dios nos trasladó al reino de su Hijo amado, un reino más esplendido que la primera creación en Edén.
Pero su trabajo como el Último Adán todavía no ha terminado. Pablo quiere que sepamos que Él está dirigiendo su palabra de verdad, el evangelio, para que su palabra crezca y de fruto en nosotros y en todo el mundo. El hecho que nosotros ahora estamos aquí reunidos para escuchar de la palabra de Dios y que confiamos en Cristo, es evidencia del poder de su palabra. ¿Porque? Pablo explica que antes estábamos debajo el dominio de las tinieblas en versículo 13. Más explica el efecto de este dominio en versículo 21, donde dice que antes que conocimos la gracia de Dios en verdad estábamos alejados y éramos de ánimo hostil, ocupados en malas obras. “Debajo el dominio de las tinieblas” significa la depravación total de la humanidad. Como confesamos en los Canones de Dort en el tercer capítulo artículo 3, “Todos los hombres son concebidos en pecado y, al nacer como hijos de ira, incapaces de algún bien saludable o salvífico, e inclinados al mal, muertos en pecados y esclavos del pecado; y no quieren ni pueden volver a Dios, ni corregir su naturaleza corrompida, ni por ellos mismos mejorar la misma, sin la gracia del Espíritu Santo, que es quien regenera.” Esta es la descripción del dominio de las tinieblas.
Pero la poderosa palabra de Jesús, el evangelio, ha llegado a nosotros y nos regeneró con el poder de su resurrección. Por esta razón Pablo dice en capítulo 3:1 que hemos “resucitado con Cristo,” espiritualmente hasta que dice en 9-10 de capítulo 3, “No mienten los unos a otros, puesto que han desechado al hombre viejo con sus malos hábitos, y se han vestido del hombre nuevo, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó.”
El trabajo del Último Adán no ha terminado hasta que todos sus elegidos sean conformados a esta imagen de Cristo. Por lo tanto, les recuerdo de la meta de Pablo.
Se encuentra en capitulo 1:28, donde dice, “A El nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo.” Esta es la meta de Cristo también. Giren conmigo a su oración sacerdotal en San Juan capítulo 17:17-24. Jesús ruega “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico, para que ellos también sean santificados en la verdad. Más no ruego solo por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estas en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí.”
Cada semana nos reunimos para escuchar esta palabra de verdad, y esa oración de Cristo es eficaz para perfeccionarnos. Y desde el día de su resurrección ha aumentado y dado fruto en toda creación hasta que nosotros aquí en Ontario California hemos oído y comprendido la gracia de Dios en verdad. Pero Cristo Jesús no termina el trabajo del último Adán hasta que El, quien es nuestra vida, se manifiesta en el último día y nos glorifica con El en gloria. Pero hasta ese día, Pablo explica en nuestro texto que nosotros tenemos un papel en Cristo. Nos enfoquemos brevemente en nuestras responsabilidades como creaturas de la nueva creación.
3) Ahora ya vimos como nuestros antepasados Adán y Eva cayeron en el principio. No confiaron que la palabra de Dios era verdad. En esta tercera etapa, encontramos nuestro papel en Cristo.
Nuestra responsabilidad como creaturas renovadas en Cristo es imitar a Cristo según la potencia de su gloria. Y la primera manera que imitamos al Último Adán es por confiar que la palabra de Dios es verdad, confiar en el evangelio puro. Acuérdense que Pablo se encargó de escribir esta carta para advertirles de las enseñanzas falsas. Satanás todavía trata de atraparnos con palabras engañosas como hizo con Adán y Eva. Por ejemplo, en las escuelas enseñan a los niños el darwinismo. En las películas nos enseñan una visión de “la vida buena” que se compone del dinero, del sexo, y del poder. También muchos enseñan que no hay una verdad absoluta, y que no importa si eres cristiano o si eres budista o si eres musulmán. Vivimos dentro una mescla de creencias. Es fácil dudar. Cuando dudes esta semana, piensa en Cristo y lo que él ha hecho como el último Adán. Porque comprobó la veracidad de su trabajo por su resurrección visible de entre los muertos. Su resurrección es la prueba de la verdad absoluta. Hay que perseverar en nuestra fe en Cristo, porque no hay salvación en otro nombre.
Pero nuestro papel consiste en más que creer en la palabra de la verdad. En versículo 9, Pablo ora a Dios que los colosenses sean llenos del conocimiento de la voluntad de Dios en toda sabiduría y comprensión espiritual. Hay que imitar al quien dijo, “Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra.” Debemos leer la Biblia regularmente y saber nuestros credos y el catecismo. ¿Por qué? Porque así encontramos lo que es la voluntad de Dios en toda sabiduría y comprensión espiritual. Aquí Pablo no se refiere a la voluntad secreta de Dios. A veces en las varias circunstancias de la vida tratamos de entender lo que es la voluntad secreta y eternal de Dios. Como cuando queremos saber porque El permite la enfermedad o la muerte de un amado. Pero esa es una búsqueda fútil porque es imposible entrar en la mente de Dios.
Pablo no se refiere a esa voluntad, sino a lo que dice en su primera carta a los tesalonicenses en capítulo 4 versículo 3. Primer Tesalonicenses 4:3 “Porque esta es la voluntad de Dios: su santificación.” La voluntad de Dios es nuestra santificación. Por eso tenemos que estudiar la Biblia porque su voluntad acerca nuestra santificación se revela entre las escrituras. Su palabra explica la manera que debemos vivir, lo que es lo bueno y lo que es lo malo. Si no sabemos la palabra de Dios es fácil inventar nuevas leyes según nuestra opinión. Esta es la razón que leemos la ley de Dios todo domingo. Necesitamos la luz de su palabra para andar en el camino justo. Por eso Pablo explica que esta orando que estén llenos del conocimiento de la voluntad de Dios, para que anden como es digno del Señor.
¿Pero, cómo se ve una vida digna del Señor? Fíjense en versículos 10 a 12 (Léelos). En suma es hacer toda buena obra con gratitud para la gloria de Dios según la potencia de su poder. Hay que hacer buenas obras. No es una lucha para ganar su favor, sino para mostrarnos agradecidos a Dios y que Él sea glorificado, exactamente porque ya tenemos su favor. Además Pablo pide que anden creciendo en el conocimiento de Dios. Podríamos decir mucho sobre esto pero lo importante es que el conocimiento de Dios nos guarda contra las enseñanzas falsas del mundo. Lo más que sabemos del carácter de Dios, de su naturaleza, y de sus obras, lo más que podemos identificar enseñanzas falsas.
En fin, Pablo explica en versículo 11 con mucho énfasis como podemos andar como es digno del Señor. Se enfoca en el poder para andar. Andamos fortalecidos según la potencia de su gloria con todo poder. Después de redimirnos en Cristo por la cruz, Dios no nos deja sin apoyo. No empezó nuestra salvación para pasarnos el cargo de cumplirla. No. Lo que vemos es que Dios nos suple el poder para andar como es digno del Señor.
Y la potencia de su gloria se refiere a la misma potencia que obró en Cristo cuando le resucito de entre los muertos. Su resurrección es el principio de la nueva creación porque en Segundo Corintios 5:17 dice, después de hablar de su resurrección, “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas.” Este punto es muy muy importante. Normalmente durante la tentación no pensamos del poder de la resurrección, pero esto es el poder que nos suple para luchar y perseverar. Jesús da el ejemplo de que una rama no puede dar fruto si no está conectada a la viña para recibir de su néctar. Cristo es el viña y nosotros las ramas. El néctar necesario para dar fruto es el poder de su resurrección y lo recibimos a través de nuestra unión con él por fe. Jesús dice, “Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la viña, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. Yo soy la viña y ustedes son las ramas.”
En conclusión, vemos que nuestro papel en la nueva creación es dar fruto en toda buena obra según el poder de la resurrección de Cristo. Esta es la manera que andamos como digno de Cristo hacia toda perseverancia y paciencia en cualquier circunstancia de nuestras vidas. Para animarnos en este valle de lágrimas, este texto nos demuestra la panorama del gran plan de Dios, la historia de la redención en tres etapas. El fracaso del primer Adán de llevar acabo la palabra de verdad, el triunfo del Último Adán, Cristo, que aseguró la esperanza de nuestra herencia de los santos en luz, y el papel que tenemos en la nueva creación de vivir para su gloria en gratitud por el poder de su resurrección. En fin, nos acordamos que el reino de Dios y la nueva creación todavía siguen creciendo y dando fruto por la palabra de verdad, y que la justicia de nuestro Dios soberano vencerá en el último día cuando Jesús regresa. Amen.
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